Dentro de la tarjetografía postal española de comienzos del siglo XX son muy pocos los personajes que pueden presumir de que su imagen haya aparecido impresa en unas cuantas de esas cartulinas. Y formando parte de ese pequeño círculo de protagonistas cartófilos hispanos curiosamente está Paul Déroulede (1846-1914), un escritor y político francés, antisemita, ultranacionalista y agitador de masas, que en 1899, tras el repentino fallecimiento del presidente Félix Faure, pretendió dar un golpe de estado en Francia alentando a los militares. Al poco fue acusado de nuevo de conspirar contra la República francesa, por lo que sería encerrado en prisión y posteriormente condenado por el Senado (convertido en Tribunal Supremo) a diez años de destierro el 4 de enero de 1900.
El día 10 del mismo mes llegó a San Sebastián, adonde se trasladó para cumplir su condena. Su residencia la estableció en Villa Alta, una magnífica vivienda desde la que se divisaba toda la playa de la Concha y que, desde el primer momento, se convirtió en lugar de peregrinación de simpatizantes y curiosos, no solo españoles sino también franceses. Como buen propagandista, no dudó durante su etapa donostiarra, en dar cuenta de su exilio a través de tarjetas postales. Es por ello que nada más llegar a la ciudad se hizo retratar en distintos rincones del interior y del exterior de su vivienda y en diversos lugares de la ciudad, apareciendo su correligionario Marcel Habert (que también fue condenado a cinco años de destierro) en algunas de esas fotografías. Con ellas se publicaron unas postales en las que se quería recordar, principalmente a sus adeptos, su situación como consecuencia de su actividad política, y por eso en varios de los modelos su texto estaba encabezado con la expresión «En exil».
De las citadas postales, Paul Déroulède hizo uso habitualmente, por lo que no es difícil encontrarlas con dedicatorias y autógrafos del propio político y escritor. No en vano, debió recibir una abundante correspondencia y multitud de visitas durante su estancia española, y que él debió atender con postales con su imagen y, en otras ocasiones, con la de su residencia (postal impresa por Hauser y Menet y que seguramente también fue un encargo del famoso agitador francés).
A finales de 1905, tras ser indultado, regresó a Francia y una de tantas postales satíricas dibujadas e impresas sobre su destierro lo presenta traspasando la frontera, jaleado a un lado por sus seguidores mientras que en el otro sus enemigos lo observan con temor. Su llegada a París fue apoteósica, pero posteriormente, poco a poco fueron perdiendo notoriedad política él y su partido.
Déroulède moriría en Niza a los 67 años de edad, sin llegar a conocer lo que fue uno de sus principales y primeros ideales: el recuperar algún día para Francia los territorios de Alsacia y Lorena, como así ocurriría tras terminar la primera Guerra Mundial, que había comenzado unos meses después de su fallecimiento.
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Como todas, entrega muy interesante. Cuánta sabiduría en las T.P. Me gusta el vocablo «tarjetografía»…Mi afectuoso saludo y enhorabuena. Date: Fri, 28 Mar 2014 17:03:38 +0000 To: angelvelanieto@hotmail.es
Gracias Ángel, sólo los dos sabemos quién inventó la palabreja. Saludos afectuosos.
Me encanta leer estos mini reportajes. Sigue así.
Juan
Gracias Juan. La verdad es que este Déroulède da para mucho más, y algún día espero poder contar otras curiosidades sobre sus postales. Saludos.
Como siempre fantasticos los articulos, te felicito una vez mas, sigo esperando tus nuevos relatos y articulos…son
maravillosos….
Carlos Ballesteros.
Gracias Carlos, seguiré dándole vueltas a la cabeza cartófilamente. Saludos.
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